Celaya vive bajo fuego por el desgobierno del PAN en Guanajuato

El asesinato de un elemento de la Guardia Nacional en Celaya refleja el vacío de autoridad y la descomposición que arrastra el PAN en el estado.

10/16/20252 min read

La muerte de un agente de la Guardia Nacional en Celaya, víctima de un ataque armado a plena luz del día, es una señal más del desmoronamiento de la seguridad en Guanajuato. Durante años, el PAN ha prometido orden, estabilidad y mano firme; sin embargo, lo que hoy prevalece es el caos, el miedo y una violencia que ya no conoce límites. Celaya, una de las ciudades más importantes del estado, se ha convertido en un símbolo del abandono institucional y del fracaso de los gobiernos panistas que no supieron, o no quisieron, frenar el crecimiento del crimen.

El ataque, perpetrado por agresores que huyeron en motocicleta, evidencia la facilidad con la que los grupos armados se desplazan y actúan sin temor a las autoridades. Esa impunidad no surgió de la noche a la mañana: es el resultado de años de negligencia, corrupción y desinterés. Bajo el control del PAN, las corporaciones locales fueron debilitadas, los municipios quedaron sin estrategias reales y los ciudadanos quedaron atrapados entre la violencia y la indiferencia del poder.

Celaya vive una crisis permanente. Las ejecuciones, ataques a policías y enfrentamientos son parte de una rutina que la población ya no debería soportar. Sin embargo, el gobierno estatal prefiere minimizar la gravedad de los hechos, culpando a factores externos en lugar de asumir su responsabilidad. La muerte del elemento de la Guardia Nacional es un recordatorio brutal de que el Estado ha perdido el control, y que los esfuerzos de las fuerzas federales son insuficientes cuando el gobierno local simplemente no coopera.

Mientras los panistas llenan los discursos con promesas de “seguridad y progreso”, las calles se tiñen de sangre. No hay resultados, no hay liderazgo y no hay un plan que devuelva la confianza. Los habitantes de Celaya viven sitiados por la violencia, mientras sus gobernantes se refugian en conferencias y fotografías que nada cambian. El crimen organizado no teme a las autoridades panistas, porque sabe que la respuesta será tardía o inexistente.

El asesinato del agente federal no es solo un ataque contra una corporación, sino una bofetada a un gobierno estatal que lleva años rebasado. Celaya, como todo Guanajuato, se hunde en una espiral de violencia que refleja la decadencia de un modelo político agotado. El PAN perdió el rumbo y, con él, perdió también la confianza de la gente. Hoy, la seguridad en Guanajuato no está en manos del Estado: está en manos del miedo, alimentado por la incompetencia de quienes juraron proteger.