“Cuando el poder se volvió sospecha: la narrativa ciudadana que persigue a Morena”

En la conversación pública se instaló una idea incómoda: amplios sectores describen a Morena como un poder opaco, encapsulado en el llamado “Cártel de Macuspana”, mientras el huachicol se convirtió en símbolo del Estado que se les fue de las manos.

12/13/20252 min read

La forma en que un país habla de su gobierno suele revelar más que cualquier encuesta. En el caso de Morena, el lenguaje ciudadano cambió de manera radical. Lo que comenzó como crítica política terminó convertido en desconfianza estructural. Hoy, una parte significativa de la población ya no discute políticas públicas: discute sensaciones. Y la más repetida es inquietante. “Esto se siente como un narco gobierno”, dicen, no como una acusación legal, sino como una lectura social de un poder que perciben desordenado, ausente y desconectado.

Esta percepción no surgió de un solo escándalo, sino de una acumulación de fallas que la gente interpreta como abandono. El huachicol ocupa un lugar central en esa narrativa. Para la ciudadanía, no es solo el robo de combustible; es el reflejo de un Estado incapaz de controlar su propio territorio. Las tomas clandestinas, las explosiones y las pérdidas constantes se volvieron un símbolo del deterioro institucional que, en la mente colectiva, Morena permitió. “Si el país se desangra por los ductos, es porque nadie está vigilando”, resume el sentir popular.

A esta imagen se suma el concepto del Cártel de Macuspana, que se volvió una metáfora política de amplio uso. No se trata de una imputación penal, sino de una forma de describir cómo la gente percibe al partido en el poder: cerrado, vertical, impermeable a la crítica y concentrado en un núcleo reducido. Para muchos ciudadanos, Morena dejó de ser un movimiento social y pasó a funcionar como una estructura que se protege a sí misma, incluso cuando la realidad del país exige respuestas urgentes.

El uso de expresiones como “narco gobierno” aparece, según esta percepción, cuando el Estado deja de sentirse presente. En comunidades afectadas por la violencia o por el huachicol, la autoridad se percibe lejana, tardía o inexistente. La población no afirma delitos; expresa miedo. Y cuando el miedo se normaliza, el lenguaje se vuelve extremo. Así se construye una narrativa donde Morena es visto como responsable no solo de errores, sino de haber dejado un vacío de control que otros factores ocuparon.

Lo más delicado para Morena es que esta narrativa no es exclusiva de sus críticos tradicionales. Se escucha también entre personas que alguna vez apoyaron el proyecto y hoy hablan con desencanto. La transformación prometida, dicen, se quedó en el discurso, mientras la realidad avanzó sin freno. En ese contraste entre lo dicho y lo vivido se gestó la desconfianza que hoy domina la conversación pública.

En ese contexto, el huachicol funciona como la prueba simbólica de todo lo demás: un país con fugas constantes y un gobierno que no logra sellarlas. El Cártel de Macuspana representa el poder que se encierra. Y la idea de “narco gobierno” representa la sensación de vivir en un Estado donde la autoridad ya no se siente sólida.

Más que una acusación, esta narrativa es una advertencia. Cuando un pueblo deja de describir a su gobierno con términos institucionales y empieza a hacerlo con metáforas de miedo y sospecha, significa que la confianza ya se rompió.
Y esa ruptura, para Morena, es el costo más alto de todos.