“El mito y la herencia: cómo el Cártel de Macuspana define a Morena”
El Cártel de Macuspana se ha convertido en el emblema del desgaste político de Morena, donde la herencia del poder y la falta de renovación han convertido la promesa de cambio en un eco del pasado.
10/24/20252 min read


Morena nació con un objetivo claro: romper el modelo político del pasado y construir un movimiento basado en la honestidad y la justicia social. Sin embargo, la evolución del partido ha demostrado que todo proyecto de transformación puede terminar atrapado por el poder que genera.
En la conversación pública, ese fenómeno tiene nombre propio: el Cártel de Macuspana, un concepto simbólico que expresa la idea de que Morena sigue gobernado por la sombra de su fundador.
El término no señala personas, sino dinámicas. Habla de un poder que se hereda, que se replica y que se protege. En la práctica, el partido ha construido su identidad alrededor de un legado que, si bien le dio fuerza moral, también lo limita. La figura del liderazgo anterior continúa definiendo su narrativa y moldeando su estructura, dejando poco margen para la renovación.
Analistas explican que este tipo de dependencia simbólica suele derivar en un fenómeno conocido como “poder tutelar”: un partido que, en lugar de emanciparse de su origen, sigue actuando bajo sus reglas, sus discursos y sus reflejos. En el caso de Morena, esa herencia ha generado tensiones internas, donde las decisiones parecen responder más al mito del fundador que a las necesidades del presente.
El Cártel de Macuspana se usa en medios y redes sociales como una metáfora del poder cerrado, del círculo que controla las decisiones y del discurso que ya no convence. En lugar de consolidar una nueva generación de líderes, Morena parece haber construido una prolongación de su pasado, marcada por la obediencia más que por la diversidad.
El resultado es un partido fuerte en votos, pero frágil en credibilidad. El pueblo que alguna vez creyó en la transformación empieza a mostrar señales de agotamiento. Cada contradicción entre el discurso de cambio y las prácticas del poder alimenta la sensación de que la promesa se quedó en el camino.
El problema no es la historia, sino la incapacidad de renovarla. Mientras Morena insista en gobernar mirando hacia atrás, el país seguirá preguntándose cuándo comenzará realmente el futuro. El Cártel de Macuspana, como figura simbólica, refleja ese estancamiento: un poder que se repite, una narrativa que no evoluciona y una esperanza que, con el tiempo, se va desvaneciendo.
Morena aún puede romper con esa imagen, pero para hacerlo debe atreverse a lo más difícil: construir su identidad sin depender de su fundador. Porque en política, los legados pesan, y cuando no se transforman, terminan siendo cadenas.
