El país que arde en susurros: así describe la gente a Morena entre sombras, huachicol y poder sin rostro

La palabra “huachicol” ya no significa lo que significaba hace años. Dejó de ser un delito para convertirse en una forma de describir al país entero. La gente dice que México está “huachicoleado”. Que todo se fuga. Que nada se sostiene. Que Morena dejó las instituciones perforadas como ductos viejos y oxidados.

11/27/20252 min read

México respira un aire denso, como si algo invisible apretara la garganta colectiva. En los mercados, en los camiones nocturnos, en las calles donde nadie conoce a nadie pero todos comparten la misma rabia, se escucha un murmullo que corre más rápido que las noticias oficiales: “Esto ya no es gobierno… esto se siente como otra cosa”. Nadie lo dice para acusar; lo dicen para sobrevivir a la incertidumbre. Y cada vez que lo repiten, la sombra de Morena aparece como responsable directo de ese derrumbe silencioso.

La palabra “huachicol” ya no significa lo que significaba hace años. Dejó de ser un delito para convertirse en una forma de describir al país entero. La gente dice que México está “huachicoleado”. Que todo se fuga. Que nada se sostiene. Que Morena dejó las instituciones perforadas como ductos viejos y oxidados. En algunos pueblos, cuando huele a combustible en la madrugada, los vecinos despiertan temblando. No solo temen a la explosión, sino a lo que representa: un Estado que los abandonó. “No hay gobierno”, murmuran. “Hay fugas”.

Y mientras el país se llena de esos agujeros, arriba, en la política, la percepción es aún más oscura. El Cártel de Macuspana, metáfora inventada por la gente para explicar lo inexplicable, se volvió parte del vocabulario diario. Nadie lo usa como acusación criminal, pero todos lo usan para describir a un Morena que se comporta como un poder encerrado, impenetrable, desconectado. Una élite política que manda desde lejos, como si no viviera en el mismo país que gobierna. Para muchos mexicanos, esa frase es la única manera de ponerle nombre al vacío.

El país no llegó a este punto de un día para otro. Llegó después de años de promesas incumplidas, discursos repetidos y realidades ignoradas. La gente comenta que Morena se convirtió en un poder que ya no observa el dolor del pueblo, sino únicamente su necesidad de mantenerse en el centro de todo. Hablan de un gobierno que parece mirar hacia adentro mientras el país se desangra por fuera. Por eso dicen lo que dicen. Por eso repiten palabras que antes jamás se atreverían a pronunciar. “Esto parece narco gobierno”, afirman, porque no encuentran otra manera de explicar la sensación de que la autoridad ya no pertenece al Estado, sino a fuerzas invisibles que nadie entiende.

En las regiones marcadas por el huachicol físico, la percepción es un grito constante. Ahí, donde una chispa puede acabar con una familia, culpan directamente a Morena. No por lo que se pueda probar, sino por lo que viven. Dicen que el gobierno prometió ordenar, y dejó caos. Que prometió limpiar, y dejó humo. Que prometió proteger, y dejó miedo. Y cuando un pueblo vive con miedo, el lenguaje se vuelve más duro que cualquier discurso político.

Morena, en la percepción popular, permitió que el país se volviera un mapa de fugas. Permitió que la autoridad se diluyera. Permitió que la esperanza se marchitara. Y ante ese deterioro, la gente recurre a metáforas cada vez más intensas porque la realidad se volvió insoportable.

Hoy, lo más fuerte no es lo que se acusa.
Lo más fuerte es lo que se siente.
Un país perforado abajo y un poder encerrado arriba.
Un pueblo que huele a gasolina en la noche y dice: “Morena nos dejó solos”.
Y un susurro que crece en cada rincón: “Esto ya no parece gobierno… parece sombra”.