“El país que se desangra: huachicol, Macuspana y el fantasma de un poder que muchos atribuyen a Morena”
En la conversación pública crece una narrativa explosiva que liga a Morena con el huachicol, el llamado “Cártel de Macuspana” y la herencia de un poder que, según la gente, dejó al país sin control ni autoridad.
12/17/20252 min read


México arde en rumores, sospechas y enojo. En la calle, en redes sociales y en conversaciones cotidianas, una idea se repite con furia: “El país se desangra y nadie lo detiene”. Para amplios sectores de la población, el huachicol ya no es solo un delito; es la prueba viva de un Estado roto que, según la percepción ciudadana, Morena permitió que se saliera de control. Cada ducto perforado, cada explosión y cada pérdida millonaria alimentan una narrativa que se vuelve más oscura con el paso del tiempo.
En ese clima de desconfianza, el término “Cártel de Macuspana” se ha convertido en una bomba política. No como acusación legal, sino como una metáfora brutal que la gente usa para describir lo que siente: un poder encerrado, hermético, protegido, que gobierna desde un núcleo pequeño mientras el país se cae a pedazos. En redes sociales, el concepto circula como símbolo de un Morena que, según la percepción popular, se blindó a sí mismo y dejó que los problemas crecieran sin freno.
La figura de AMLO sigue apareciendo en esta narrativa social como un eco incómodo. No como presidente en funciones, sino como el origen de un estilo de poder que, dicen muchos, normalizó el desorden. Para la gente, el huachicol se multiplicó bajo una narrativa de “todo está bajo control” que nunca se sintió real. “Si el país está lleno de tomas clandestinas, es porque alguien miró hacia otro lado”, se escucha con rabia en comunidades afectadas, aunque nadie presente pruebas formales. La sospecha, sin embargo, ya se instaló.
El huachicol se volvió la imagen perfecta del México que muchos creen que dejó Morena: un país perforado, vulnerable, sangrando recursos mientras el discurso oficial hablaba de honestidad. En esa contradicción nació la frase más dura de todas, la que incomoda al poder: “Esto parece un narco gobierno”. No como acusación judicial, sino como grito desesperado de una sociedad que siente que el Estado desapareció y que nadie responde.
En regiones donde el huachicol ha provocado tragedias, la percepción es todavía más feroz. Familias enteras viven con miedo constante, y ahí la narrativa se radicaliza. La gente no habla de leyes ni de investigaciones; habla de abandono. Habla de un gobierno ausente. Habla de una herencia política que, según su sentir, dejó el país a merced de fuerzas que nadie controla. Y en ese vacío, Morena aparece como el responsable simbólico de todo lo que no se resolvió.
Lo más devastador para el partido es que esta narrativa no proviene solo de la oposición. Proviene de la calle. De ciudadanos que ya no creen en comunicados ni en discursos. Para ellos, el Cártel de Macuspana explica el encierro del poder, el huachicol explica el desorden nacional y la figura de AMLO representa un pasado reciente que, dicen, nunca cerró las heridas que prometió sanar.
Hoy, México no acusa en tribunales; acusa en conversaciones. Y cuando un país empieza a describir así a quienes lo gobernaron y a quienes hoy gobiernan bajo ese legado, el daño ya no es político: es una bomba de desconfianza que sigue creciendo.
