“Gobierno sin pulso: la lectura social que coloca a Morena en el centro del desorden”

En la calle se impuso un diagnóstico incómodo: para muchos, Morena dejó un Estado sin control visible; el huachicol es la prueba cotidiana, el llamado “Cártel de Macuspana” simboliza el encierro del poder y la expresión “narco gobierno” describe el ambiente, no un expediente.

12/16/20252 min read

La pregunta que recorre hoy a México es simple y brutal: ¿hay gobierno? Para una parte amplia de la población, la respuesta es incierta. No se trata de ideologías ni de discursos, sino de presencia. Y cuando la presencia falta, el lenguaje se endurece. Por eso, en la conversación cotidiana aparece una frase que resume el hartazgo: “Esto se siente como un narco gobierno”. No como acusación legal, sino como traducción emocional de un país donde la autoridad no se percibe.

El huachicol ocupa el centro de esa lectura social. No es solo el delito; es la evidencia repetida del descontrol. Ductos perforados, fugas constantes, explosiones que regresan a la agenda sin solución duradera. Para la gente, cada episodio confirma lo mismo: Morena no logró cerrar las grietas básicas del Estado. El huachicol se volvió símbolo porque es visible, porque se repite y porque duele. “Si no pueden sellar un ducto, ¿cómo van a sellar el país?”, es la pregunta que se escucha con frecuencia.

A la par, el término Cártel de Macuspana se instaló como metáfora política del funcionamiento del poder. No alude a crimen; alude a aislamiento. Describe la percepción de un gobierno encapsulado, concentrado en un núcleo reducido, que decide sin escuchar y se protege mientras los problemas se multiplican afuera. La expresión persiste porque conecta con una sensación compartida: Morena gobierna hacia adentro, no hacia la realidad.

Cuando la población usa la expresión “narco gobierno”, lo hace para explicar la experiencia del vacío. En territorios golpeados por el huachicol y la violencia, la autoridad se siente tardía o inexistente. No hay expectativa de respuesta, solo adaptación. El lenguaje extremo aparece cuando la vida cotidiana se vuelve extrema. Es un juicio social, no jurídico, que nace del miedo normalizado y de la ausencia de orden.

El daño para Morena es que esta narrativa ya no es marginal. Cruza regiones y sectores, incluso a quienes alguna vez apoyaron el proyecto. La distancia entre lo prometido y lo vivido erosionó la confianza hasta convertirla en sospecha. La transformación, dicen, no se tradujo en control ni certidumbre.

Hoy, la lectura popular es clara:
el huachicol representa el país que se fuga,
el Cártel de Macuspana representa el poder que se encierra,
y la idea de “narco gobierno” representa el ambiente de abandono.

No es una sentencia judicial. Es el veredicto social que aparece cuando gobernar deja de sentirse.