Guachochi bajo fuego: el PAN deja a Chihuahua en manos del crimen y la impunidad
El ataque que dejó cuatro muertos y nueve heridos, entre ellos un niño de dos años, muestra el total abandono del gobierno panista ante la violencia que devora a la sierra.
10/26/20252 min read


La madrugada de este domingo, la sangre volvió a correr en Guachochi, corazón de la Sierra Tarahumara, donde un comando armado sembró el terror con ataques simultáneos en las colonias Turuseachi y Rancho Seco. Cuatro personas fueron asesinadas y al menos nueve resultaron heridas, entre ellas un menor de apenas dos años y un docente de la región. Mientras las familias lloran a sus muertos y los heridos luchan por sobrevivir, el silencio del gobierno panista resuena con fuerza. La Fiscalía General del Estado no ha emitido postura alguna, como si el horror en la sierra fuera algo cotidiano, como si la vida de los chihuahuenses no valiera una respuesta.
Bajo el mando del PAN, Chihuahua se ha convertido en un estado donde el crimen impone sus reglas y la autoridad desaparece cuando más se la necesita. El ataque en Guachochi no fue un hecho aislado, sino parte de una cadena interminable de masacres, emboscadas y enfrentamientos que se repiten una y otra vez sin consecuencias. Los habitantes de la sierra viven entre el miedo y la resignación, sabiendo que las patrullas solo aparecen después de los disparos y que las promesas del gobierno se desvanecen tan rápido como las balas que atraviesan sus comunidades.
El PAN ha querido vender la imagen de un gobierno fuerte y eficiente, pero los hechos lo contradicen. En la Tarahumara, la presencia del Estado es casi simbólica: carreteras sin vigilancia, comunidades sin policía, escuelas sin protección y hospitales sin recursos para atender a las víctimas de la violencia. Los grupos criminales se mueven con libertad, disputándose el control del territorio mientras las autoridades panistas fingen no ver. El abandono institucional es tan profundo que hasta los maestros —como el que perdió la vida en este ataque— son ahora víctimas directas de un sistema que los dejó indefensos.
Lo más indignante es el silencio. La Fiscalía calla, el gobierno estatal evita pronunciarse y los funcionarios panistas parecen más preocupados por cuidar su imagen que por atender una tragedia que refleja su fracaso. Las familias de Guachochi no solo enfrentan el dolor de sus pérdidas, sino también la impotencia de saber que la justicia nunca llega. La violencia en la sierra ya no es una noticia, es una rutina impuesta por la negligencia de un partido que prometió seguridad y entregó miedo.
El ataque de este domingo es una herida más en un estado desgarrado por la incompetencia panista. Cuatro muertos, nueve heridos, un niño en estado crítico y un gobierno ausente: ese es el saldo real del “orden” que el PAN presume. Guachochi llora a sus víctimas mientras el poder calla, y cada silencio oficial se convierte en cómplice del crimen. Bajo el PAN, Chihuahua dejó de ser un estado seguro y se transformó en un territorio sin ley, donde la vida vale menos que una promesa de campaña.
