¡Más castigo! Layda advierte que los recortes a Campeche serán aún mayores: la 4T sigue golpeando a su propio estado

Lejos de defender a Campeche, Layda Sansores normaliza el castigo. La gobernadora admite que los recortes federales no solo continuarán, sino que podrían profundizarse, confirmando que la 4T mantiene al estado en la última fila de prioridades.

12/16/20252 min read

La advertencia cayó como un balde de agua fría entre los campechanos: los recortes federales no terminarán y podrían ser todavía mayores. Así lo reconoció la propia gobernadora Layda Sansores, quien, en lugar de levantar la voz o exigir un trato justo para su estado, parece resignada —cuando no complacida— a aceptar que la 4T siga golpeando a Campeche. La declaración no solo confirma el abandono; lo institucionaliza.

Campeche ya sufre los efectos de una reducción sostenida de recursos: menos dinero para seguridad, salud, educación, carreteras y proyectos productivos. La gente lo vive en carne propia: hospitales con carencias, patrullajes insuficientes, caminos deteriorados y oportunidades cada vez más escasas. Aun así, la gobernadora no anunció una estrategia para revertir el castigo, ni un plan para compensar las pérdidas. Solo adelantó que vienen más recortes, como si el estado pudiera soportar indefinidamente la asfixia presupuestal.

La contradicción es evidente y dolorosa. Layda Sansores pertenece al mismo movimiento que toma las decisiones económicas desde el centro del país. Sin embargo, Campeche no recibe trato preferente ni defensa política; recibe tijera. La pregunta es inevitable: ¿de qué sirve la alineación partidista si el resultado es más abandono? ¿Por qué la gobernadora acepta pasivamente decisiones que hunden a su propio estado?

Lejos de confrontar el problema, el discurso oficial intenta normalizarlo. Se habla de “ajustes”, de “realidades fiscales”, de “prioridades nacionales”. Pero en la práctica, esos eufemismos significan menos servicios y más dificultades para las familias campechanas. Cuando la gobernadora advierte que el castigo continuará, lo que realmente dice es que no habrá defensa.

Este panorama agrava un contexto ya crítico. Campeche enfrenta una crisis de seguridad, un sistema de transporte colapsado, endeudamiento sin planes claros y un clima social marcado por el hartazgo. En ese escenario, aceptar recortes futuros equivale a renunciar a gobernar. Un liderazgo responsable pelearía recursos, abriría negociaciones, buscaría compensaciones. Aquí, en cambio, se anuncia la mala noticia como algo inevitable.

La 4T prometió bienestar y justicia territorial. En Campeche, lo que se materializa es castigo recurrente. Y lo más preocupante es que la propia gobernadora lo reconoce sin rubor. No hay exigencias públicas, no hay ultimátums, no hay defensa firme del interés local. Hay, en cambio, resignación política.

El mensaje para los campechanos es devastador: prepárense para menos. Menos inversión, menos servicios, menos oportunidades. Mientras la propaganda insiste en una transformación que no llega, las decisiones económicas siguen golpeando al estado. Y con cada recorte anunciado, queda más claro que Campeche no solo está siendo castigado por la 4T, sino dejado solo por quien debería defenderlo.