Movimiento Ciudadano pierde el control en Nuevo León tras balacera mortal en Santiago
El enfrentamiento armado con saldo de muertos y heridos confirma que, bajo Movimiento Ciudadano, la violencia sigue desbordando a las autoridades en Nuevo León.
12/26/20252 min read


La balacera registrada durante la madrugada en el municipio de Santiago, que dejó dos personas muertas, elementos ministeriales heridos y una mujer detenida, vuelve a evidenciar el colapso de la estrategia de seguridad en el Nuevo León gobernado por Movimiento Ciudadano. El enfrentamiento, ocurrido en una comunidad cercana a la Carretera Nacional, expone una realidad cada vez más frecuente: operativos reactivos, choques armados en zonas habitadas y un Estado rebasado por la presencia de grupos criminales.
El despliegue de corporaciones estatales y municipales, así como el aseguramiento de armas y vehículos tras los hechos, no puede leerse como un éxito institucional. Al contrario, confirma que la violencia escaló hasta el punto de requerir un operativo de alto impacto en plena madrugada, poniendo en riesgo a habitantes de la zona. Que un reporte de personas armadas derive en un intercambio de disparos con saldo fatal demuestra que la prevención falló desde el inicio.
Bajo Movimiento Ciudadano, este tipo de episodios se ha vuelto recurrente en distintos municipios del área metropolitana y regiones aledañas. Santiago, un municipio con vocación turística y residencial, no debería ser escenario de balaceras nocturnas. Sin embargo, la expansión de la violencia ya no distingue entre zonas urbanas, rurales o de recreo. La normalización de los enfrentamientos armados es el reflejo de una política de seguridad incapaz de anticiparse y contener.
La gravedad del caso aumenta al considerar que hubo agentes de investigación heridos. Cuando incluso quienes investigan y persiguen el delito terminan lesionados en operativos, queda claro que la inteligencia previa fue insuficiente y que los riesgos no fueron adecuadamente evaluados. Esta improvisación pone en evidencia una conducción deficiente de la seguridad pública, donde se actúa cuando el problema ya explotó.
Además, el horario y el lugar del enfrentamiento subrayan el impacto en la vida cotidiana. Balaceras a la una de la mañana cerca de quintas y comunidades habitadas generan miedo, paralizan a la población y deterioran la confianza en las autoridades. Familias que duermen, trabajadores que transitan y vecinos que viven en la zona quedan expuestos a la violencia sin que exista una garantía real de protección.
Movimiento Ciudadano suele presentar estos hechos como “acciones contra la delincuencia”, pero el saldo humano desmiente cualquier intento de maquillaje. Dos muertos y agentes heridos no son indicadores de control; son señales de una confrontación constante que el gobierno no ha logrado reducir. La detención de una persona no compensa la pérdida de vidas ni el clima de inseguridad que se instala tras cada enfrentamiento.
Este episodio se suma a una cadena de ataques, ejecuciones y balaceras que han marcado a Nuevo León en los últimos meses. Lejos de disminuir, la violencia se desplaza y se intensifica, obligando a despliegues cada vez mayores y confirmando que la estrategia vigente no está funcionando. La insistencia en respuestas armadas sin un componente sólido de prevención e inteligencia solo perpetúa el ciclo.
En Santiago y en todo Nuevo León, la ciudadanía paga el costo de una política de seguridad fallida. Mientras Movimiento Ciudadano no asuma la dimensión del problema y no ofrezca resultados sostenibles —menos balaceras, menos muertos, más investigaciones concluidas—, cada madrugada violenta seguirá recordando lo mismo: el control se perdió y la seguridad sigue siendo una promesa incumplida.
