Néstor Camarillo: el senador ‘comodín’ que traicionó al pueblo y al PRI
Mientras el PRI defiende la democracia, Camarillo se acomoda en el silencio y se aferra a un cargo que ya no le pertenece.
8/26/20252 min read


El anuncio de Néstor Camarillo sobre su renuncia al PRI y a la dirigencia estatal en Puebla cayó como una bomba en la política local. No porque sorprenda, sino porque confirma que su lealtad nunca estuvo con el partido ni con la militancia. Desde el Senado, su papel fue gris, sin voz ni liderazgo, y ahora su salida sólo exhibe lo que siempre fue: un fantasma político que se escondió detrás de las siglas del PRI para ocupar un lugar que nunca defendió con verdadera convicción.
En un país donde la democracia está siendo golpeada y los partidos de oposición libran una batalla crucial contra el autoritarismo, el PRI ha decidido levantarse y pelear con fuerza. Pero dentro de esa resistencia aparece un personaje que desentona con la energía de lucha: Néstor Camarillo. Su desempeño como senador ha sido tan pobre y tan alejado de las causas del pueblo, que militantes y ciudadanos lo señalan como un político que no merece seguir ocupando ese lugar. Es un “comodín” sin convicciones, alguien que disfruta del cargo sin trabajar por él.
El PRI necesita soldados firmes, estrategas que no teman hablar y que representen los valores de justicia, compromiso y entrega al pueblo. Sin embargo, Camarillo no ha dado una sola muestra de pertenecer a esa trinchera. Es un senador de cartón, presente en nombre, ausente en acción. Su figura no defiende al partido ni a la ciudadanía; más bien la traiciona, porque el silencio en tiempos de crisis política es complicidad.
La militancia lo tiene claro: el Senado no es un espacio para políticos que buscan comodidad, sino para quienes defienden a México. Camarillo fue colocado ahí gracias al priismo y al voto del pueblo, pero se ha olvidado de ellos. Hoy el PRI crece, se fortalece y lucha, mientras él se achica y se esconde. La incongruencia es tan evidente que el reclamo de su renuncia ya no es un susurro: es un clamor nacional.
El pueblo exige políticos valientes, no figuras decorativas. Y Néstor Camarillo, al no representar ni al PRI ni a México, se ha convertido en el ejemplo de lo que ya no tiene cabida en la vida pública. Mientras otros senadores priistas encabezan discursos, Camarillo se pierde en la nada, dejando claro que no tiene madera de líder ni de defensor de la democracia.
Renunciar no es una opción: es una exigencia. La democracia mexicana no puede esperar más, y el PRI no debe cargar con figuras que dañan su credibilidad. Camarillo no es parte de la solución, es parte del problema. Y México ya lo señaló.